Antepasado de uno mismo
Bruno Marcos
Francisco Ayala cumple 100 años, 65 más que yo. Toda mi vida ha sido su vejez, cuando él debería jubilarse nací yo. Al calcularlo, de pronto, me veo muy joven. Leí el otro día que se siente como si fuera un antepasado de sí mismo.
Yo no tengo 100 años pero muy a menudo me siento también como un antepasado de mí mismo. Sin ir más lejos ayer. A Ella la han contratado para dar asesoría legal a una comunidad de vecinos que está tres portales más allá del edificio al que vinimos a vivir desde la ciudad del mar. Estuvimos allí un año o dos de alquiler hasta que terminaron nuestra nueva casa. Total que fui a buscarla, aparqué un poco antes y fui caminando hasta la puerta y me detuve en el portal. Era justo el momento de anochecer. Al final de la calle, muy corta, seguía estando el mismo descampado, pero ayer, en esa tarde de verano regalada en pleno invierno, sobre el descampado, muy abajo y muy cerca, estaba la luna. Apenas tenía que elevar la cara para mirarla, amarillenta y próxima parecía invitarme a tocarla, a saltar y llegar a ella sin esfuerzo, tenía casi una cualidad táctil, epidérmica, parecía que tuviera piel. Me vino a la mente el bellísimo poema de Li Bai, el poeta chino de la dinastía Tang, en el que invita a la luna a beber y a su sombra a bailar antes de que pase la primavera.
No recuerdo haber visto de niño, en esa calle, nunca la luna, sí la nieve, puede decirse que descubrí la nieve en esa calle, mejor dicho, al final de esa calle, donde el descampado la recibía sin abrigo. Mi hermana y yo bajamos a la calle y corrimos hacia la superficie blanca sin saber lo que había debajo hasta cubrirnos hasta los hombros.
Pero ayer... la luna al alcance de la mano, como diciéndome que, aunque todo esté igual, aquella ya no es mi calle, que el mundo y el cosmos han girado hasta alinear la calle de la nieve con la calle de la luna, como diciéndome que no busque ya más a aquel niño, que, verdaderamente, ese niño es ya un antepasado mío.
Francisco Ayala cumple 100 años, 65 más que yo. Toda mi vida ha sido su vejez, cuando él debería jubilarse nací yo. Al calcularlo, de pronto, me veo muy joven. Leí el otro día que se siente como si fuera un antepasado de sí mismo.
Yo no tengo 100 años pero muy a menudo me siento también como un antepasado de mí mismo. Sin ir más lejos ayer. A Ella la han contratado para dar asesoría legal a una comunidad de vecinos que está tres portales más allá del edificio al que vinimos a vivir desde la ciudad del mar. Estuvimos allí un año o dos de alquiler hasta que terminaron nuestra nueva casa. Total que fui a buscarla, aparqué un poco antes y fui caminando hasta la puerta y me detuve en el portal. Era justo el momento de anochecer. Al final de la calle, muy corta, seguía estando el mismo descampado, pero ayer, en esa tarde de verano regalada en pleno invierno, sobre el descampado, muy abajo y muy cerca, estaba la luna. Apenas tenía que elevar la cara para mirarla, amarillenta y próxima parecía invitarme a tocarla, a saltar y llegar a ella sin esfuerzo, tenía casi una cualidad táctil, epidérmica, parecía que tuviera piel. Me vino a la mente el bellísimo poema de Li Bai, el poeta chino de la dinastía Tang, en el que invita a la luna a beber y a su sombra a bailar antes de que pase la primavera.
No recuerdo haber visto de niño, en esa calle, nunca la luna, sí la nieve, puede decirse que descubrí la nieve en esa calle, mejor dicho, al final de esa calle, donde el descampado la recibía sin abrigo. Mi hermana y yo bajamos a la calle y corrimos hacia la superficie blanca sin saber lo que había debajo hasta cubrirnos hasta los hombros.
Pero ayer... la luna al alcance de la mano, como diciéndome que, aunque todo esté igual, aquella ya no es mi calle, que el mundo y el cosmos han girado hasta alinear la calle de la nieve con la calle de la luna, como diciéndome que no busque ya más a aquel niño, que, verdaderamente, ese niño es ya un antepasado mío.
11 Comments:
Como homenaje a F.A. estoy leyendo El fondo del vaso
>Mora me aseguró que si aparecía,veo que tiene un fino sentido del humor...
Ya sabía que en las Viñas tiene una perra llamada Mora.Si te enganchas al salón puedes tenerlo más tiempo puedo superar el mono con los diarios de GM.
Bienvenido al club de AT.El tiempo me dará la razón.
cuál es la dirección donde se podrían conseguir los libros en internet? no la encuentro en tu blog.
Leído en el diario de GM "cuando alguien escribe acerca de los acontencimientos de su propia vida,es norma de delicadeza no decir nunca la verdad"Kierkergaard.
El blog es la vida
Eres un exiliado de tu Patria:la infancia.
100 años y dos exiliados
no me digas que se lo preguntaste y te mintió, yo tengo dos libros del 11-m y no está en ninguno de los dos, si fue en otro más que haya por ahí...puede ser
no olvides jamás que fui yo el te habló primero del salón...
libros gratis en
http://ar.geocities.com/proyectoinacayal/bibliotecaInacayal.html
ayer, a medias cuervo a medias buitre, leí lo del de coños y sus fantasmagorías amatorias en madrid recién llegado: de mucha risa... que chaval el zamorano... el del salón se desmarco de él bastante
osti!, craven, sí que estaba el perro de las Viñas en la antología, entre la pléyade de poetas, su torva sombra me había pasado desapercibidad
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